El dedal que os quiero enseñar hoy, es un dedal de la ciudad de Segovia. Si recordáis, ya os he mostrado un dedal similar a este, en una ocasión anterior, pero quería conseguir a toda costa el dedal alto de cloisonné de esta ciudad, y hasta que lo conseguí no paré, y aquí lo tenéis. Este dedal, no lo he conseguido en la ciudad de Segovia, sino en el pueblo de Pedraza, en la misma provincia de Segovia. De todas formas, en esta entrada del blog, os voy a hablar de la ciudad de Segovia y de su acueducto.
Segovia es una ciudad y municipio español en la parte meridional de la comunidad autónoma de Castilla y León, capital de la provincia del mismo nombre. Se sitúa en la confluencia de los ríos Eresma y Clamores, al pie de la sierra de Guadarrama. La ciudad vieja y el acueducto de Segovia fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985. El acueducto es considerado la obra de ingeniería civil romana más importante de España, y es uno de los monumentos más significativos y mejor conservados de la Antigua Roma en la península ibérica. El término municipal cuenta con una población de 51.683 habitantes (INE, 2018).
Topónimo.
El nombre de Segovia es de origen celtíbero, aunque no se tiene constancia del nombre de la ciudad hasta que Tito Livio la nombra como una mansio cerca de Cauca. La mención está referida a la guerra de Sertorio, cuando los generales de Sertorio recorrieron Hispania reclutando soldados en el año 79 a. C. También tenemos testimonio del topónimo de la ciudad en latín «Segovia» por una moneda celtibérica de época de transición (probablemente de época tardo republicana) acuñada en la ciudad con valor de un As.
Antiguamente se asociaba a Segovia el topónimo «Segobriga» pero el descubrimiento de la ciudad de Segobriga en Saelices (Cuenca) desmontó por completo esta teoría. Bajo la dominación romana y árabe, la ciudad fue llamada Segovia (Σεγουβία, Ptolomeo ii. 6. § 56) y Šiqūbiyyah (en árabe شقوبية) respectivamente.
El historiador Rodrigo Jiménez de Rada, al referirse a Segovia dice: Civitatem iuxta iugum Dorii aedificavit [Hispan] in loco subiecto promontorio quod Cobia dicitur et quia secus Cobiam sita, Secobia muncupatur, ubi aquaeductum construxit qui miro opere civitate aquarum iniectionibus famulatur. Del texto se desprenden tres premisas: primera, que Segovia está situada en la región del Duero y a los pies de una montaña, lo que es evidente; segunda que la ciudad fue fundada por Hispán y tercera, que este mismo fue el constructor del acueducto. Jiménez de Rada denomina Cobia a la actual Sierra y de la situación de Segovia a sus pies deriva el término Segovia. En el siglo XVI, Garci Ruiz de Castro, primer historiador de la ciudad hace suya la etimología de Jiménez de Rada y años después Diego de Colmenares, el autor de Historia de Segovia, escribe: «Este fortísimo sitio [la roca sobre la que se asienta Segovia], que la naturaleza forma inexpugnable, eligió Hércules, nuestro fundador, para una ciudad, propugnáculo entonces de lo mejor de España. La cual desde estos principios (según entendemos) se nombró Segovia: acaso del antiquísimo vocablo briga, que significa junta de gente».
Acueducto de Segovia.
El acueducto de Segovia es un acueducto romano que llevaba aguas a la ciudad española de Segovia. Su construcción data de principios del siglo II d. C., a finales del reinado del emperador Trajano o principios del de Adriano. La parte más visible, y por lo tanto famosa, es la arquería que cruza la plaza del Azoguejo, en la ciudad.
El acueducto.
El acueducto de Segovia conduce las aguas del manantial de la Fuenfría, situado en la sierra cercana a 17 kilómetros de la ciudad, en un paraje denominado La Acebeda. Recorre más de 15 kilómetros antes de llegar a la ciudad. El agua se recoge primeramente en una cisterna conocida con el nombre de El Caserón, para ser conducida a continuación por un canal de sillares hasta una segunda torre (llamada Casa de Aguas), donde se decanta y desarena, para continuar su camino. Después recorre 813 m (con una pendiente de un 1 %) hasta lo alto del Postigo (el espolón rocoso sobre el que se asentaba la ciudad en torno al Alcázar). Antes, en la plaza de Día Sanz, hace un brusco giro y se dirige hacia la plaza del Azoguejo, donde salva la depresión con una arquería, que presenta todo el esplendor del monumento. En la parte más elevada mide 28 metros (con cerca de 6 metros de cimientos) y tiene dos órdenes de arcos sobre pilares. En total, tiene 167 arcos.
La arquería.
Desde su llegada a la ciudad hasta la plaza de Día Sanz hay 75 arcos sencillos y a continuación 44 arcadas de orden doble (esto es, 88 arcos), siguiendo después otros cuatro arcos sencillos. En el primer sector del acueducto aparecen 36 arcos apuntados, reconstruidos en el siglo XV para restaurar la parte destruida por los musulmanes en el año 1072. En el piso superior, los arcos tienen una luz de 5,10 metros, con los pilares de menor altura y grosor que los del piso inferior. El remate es un ático por donde discurre el canal conductor de agua (con una sección en forma de U de 180 x 150 cm). En el piso inferior, los arcos tienen una luz que oscila alrededor de los 4,50 metros y los pilares disminuyen su sección de manera escalonada de abajo arriba, adaptándose el piso inferior a los desniveles del terreno; en la coronación tiene una sección de 1,80 x 2,50 metros, mientras que en la base llegan a alcanzar 2,40 x 3 metros.
Está construido con sillares de granito asentados sin argamasa entre ellos. Sobre los tres arcos de mayor altura había en la época romana una cartela con letras de bronce donde constaba la fecha y el constructor. También en lo alto pueden verse dos nichos, uno a cada lado del acueducto. Se sabe que en uno de ellos estuvo la imagen de Hércules Egipcio, que según la leyenda fue el fundador de la ciudad. En tiempos de los Reyes Católicos se colocaron en esos dos nichos la imagen de la Virgen del Carmen (aunque muchos creen erróneamente que es la Virgen de la Fuencisla, patrona de la ciudad) y san Sebastián. Sin embargo, hoy en día tan sólo se puede apreciar la primera talla. El 4 de Diciembre, fiesta de santa Bárbara, patrona del cuerpo de Artillería, cuya academia está en Segovia, los cadetes arropan la imagen de la Virgen con una bandera. La línea de arcos se levanta organizada en dos pisos, con una decoración simple en la que predominan unas sencillas molduras, que enmarcan y estructuran el edificio.
En la época de los Reyes Católicos se realizó la primera gran obra de reconstrucción del acueducto. Se encargó de las obras el prior del monasterio cercano de los Jerónimos del Parral, llamado Pedro Mesa. Se reedificaron 36 arcos, con mucho respeto hacia la obra original. Más tarde, en el siglo XVI, fue cuando se pusieron en los nichos centrales las estatuas antes mencionadas de la Virgen del Carmen y san Sebastián.
La arquería del acueducto es el hito arquitectónico más importante de la ciudad. Se ha mantenido en funcionamiento a lo largo de los siglos y quizás por eso haya llegado hasta ahora en perfecto estado. Hasta casi nuestros días proveía de agua a la ciudad de Segovia, y más concretamente al Alcázar. En los últimos años ha sufrido un patente deterioro causado principalmente por la contaminación medioambiental y a los propios procesos de erosión del granito. El tráfico rodado de vehículos cerca del acueducto (que todavía circulaba entre las arcadas hasta 1992) y la realización de conciertos y actividades musicales de gran volumen a sus pies también son hechos que perjudican el monumento. Para garantizar su supervivencia, se ha procedido a un minucioso proceso de restauración que ha durado casi ocho años, bajo la dirección del arquitecto Francisco Jurado. Con todo, sigue expuesto a la contaminación, ya que se sigue circulando a escasos metros de él.
En el folclore popular.
Hay una leyenda del acueducto de Segovia en la que se cuenta que una niña subía todos los días hasta lo más alto de la montaña y bajaba con el cántaro lleno de agua. Un día, harta de aquello, pidió al demonio que construyera algún medio para que no tuviera que subir y bajar todos los días con el cántaro. Entonces, por la noche, se le apareció el demonio y le concedió el deseo a cambio de que, si conseguía terminar el acueducto antes de que cantara el gallo, le tendría que dar su alma. La niña aceptó y el demonio comenzó a construir el acueducto, momento en que la niña se arrepintió de haberlo deseado. Justo cuando le quedaba una piedra para terminar cantó el gallo, lo que hizo que el demonio fracasara y la niña no perdiera su alma. En el hueco que quedó es donde está ahora puesta la estatua de la Virgen de Nuestra Señora de la Cabeza.
(18/12/2016)